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domingo, 2 de agosto de 2015

EL EMBRUJO DEL MAR


Me gusta contemplar las azules aguas, profundas y cristalinas que forman mi querido Mediterráneo.

A veces parecen un tranquilo lago;  otras veces adoptan enfurecidas formas fantasmagóricas que arrasan y destruyen todo lo que entorpece su camino. Las olas, no obstante, siempre van a morir a un extensísimo manto de arena blanca, fina y brillante; luminosa.

La paya y el mar tienen una magia especial, indescriptible e insospechada y cuando el sol se va escondiendo en el hotizonte, cuando todo está en calma en el letargo de la tarde, se intuye una paz que traspasa los sentidos, que tranquiliza el alma.

¡Y tú estabas allí! Mi corazón se paralizó al verte.
¡Qué bello eras! Tenías el pelo rizado y rubio, de color oro; tus ojos eran como el azul del cielo; tus labios, sensuales, invitaban a besos sin fin; tus manos, de dedos finos y largos eran mensajeras de seguridad y de tiernas caricias; tu cuerpo era esbelto, ágil.
Hacías flexiones y te desperazabas lentamente.
Cuando nuestras miradas se cruzaron sentí en mi cuerpo y en mi alma una dulzura infinita, una placentera sensación hasta entonces desconocida para mí, y presentí que serías mío toda la vida.

El embrujo del mar hizo que naciera en ese instante el amor entre nosotros, en ese lugar tan romántico y seductor, curiosamente.....
¡nos conocíamos del barrio donde vivíamos!

Te acercaste a mi y fuimos caminando por la mullida arena de la playa; tu conversación era amena y fluida, despedías un gran encanto y casi sin darnos cuenta, prendimos tímidamente nuestras manos.
Creí, entonces, que en el mundo solo existíamos tú y yo.

Al día siguiente me estabas esperando en el portal de mi casa.
Tuvimos un noviazgo breve pues, prontamente, sellamos nuestro amor casándonos. Fuimos felices durante 30 años y hace ya tiempo que no estás conmigo, mi amor, porque Dios se te llevó.

Yo sigo acercándome a menudo a ese mar, a orillas del cual me enamoré de él y a las hechiceras olas ls cuento cosas bonitas de él y de mí, de nuestra hermosa vida en común, y aunque parezca imposible el mar me transmite paz y felicidad.

Si cierro los ojos, creo verlo como aquel lejano día, con su hermoso cuerpo, su bello rostro, sus cálidas manos y oigo que me susurra bajito

"Te amo, mi amor, te amo...."

Aquario 

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